“¡Mar del Plata, es un símbolo para la nación Argentina...!” con esta frase comienza la película. Don Aniello Iacono (90) inmigrante genovés, vive de recuerdos, malos y buenos, entre los que se cuenta el haber sido el rey pescador "Aniello el Gordo" y haber perdido todo: a dos hijos en una tormenta, a sus barcos y haberse jubilado con la "mínima".

“Tato” Caridi, patrón de la lanchita “Siempre Sara Madre” (45) que la pelea cada día con su tripulación que cada vez tiene que ir más lejos a buscar pescado pues la depredación de los barcos fue atroz. El pescado que se paga centavos por cajón y que se vende carísimo en las pescaderías y cada vez hay que ir a buscarlo más lejos. Don Vicente Amolfitano (napolitano) y Don Fernando Ignoto (siciliano), que a sus 90 y 80 años todavía deben salir a pescar con su lancha para mantener a sus familias, con una energía de dos muchachos de 30 ¡No les hablen de los políticos!. La Tía Keka (77) que guarda celosamente la historia del puerto, de la iglesia Sagrada Familia y de sus 40 años como filetera. Rosa, Elba y Bety, fileteras de hoy que representan a ese gran sector de Mar del Plata –que es decir casi la mitad de la población activa–, su vida de sacrificio en condiciones que se deberían rever. "Coco" y "Cabeza", los más jóvenes de la "Sara Madre" que salen a pescar con "Tato" porque los tiene "cortitos" y porque lo llevan en la sangre sabe Dios por cuántas generaciones.

En los últimos años la costa argentina fue depredada por inescrupulosos políticos que vendieron concesiones y de a poco están exterminando una ciudad de 800.000 habitantes. Mar del Plata durante tres meses para el mundo es una ciudad turística, la del casino, la de las playas, la que cada ciudadano argentino conoce como “la Feliz”. Los otros nueve meses Mar del Plata es su puerto, el pescado, pescadores, fileteros y cientos de miles de familias que viven de ellos.